Amo la música y amo cantar, pero solo lo hago en la ducha, o cuando manejo. Y si alguien me pregunta por qué, mi respuesta es siempre la misma, no soy buena para cantar.

Y tengo la evidencia, me corrieron de 3 coros, el de la escuela primaria, el de la escuela secundaria y finalmente el de la iglesia. Es más que suficiente evidencia de que no puedo cantar, ¿Cierto?

Pues quizá sea evidencia de que me convencí de que no puedo cantar y por eso no lo hago.

¿Te has preguntado cómo es que sabes que eres bueno o malo para algo?

He escuchado muchas personas decir, no soy bueno para las matemáticas, soy malo para cocinar, soy pésimo para los idiomas, no nací para los negocios. Pero, ¿Qué tanto de esto es cierto?

Y esta pregunta es muy importante, porque puedes estar sosteniendo un paradigma que te ha limitado para alcanzar tus metas. Por eso que quiero compartirte algo que quizá te ayude a romper algún límite autoimpuesto.

Para ello déjame explicar un poco cómo formamos nuestra autoimagen, es decir, la idea de lo que podemos o no podemos hacer.

De niños somos como una hoja en blanco, debemos aprender absolutamente todo, hablar, caminar, comer, etc. La cantidad de información que debemos procesar de niños es enorme, y para facilitar el proceso, durante los primeros años de nuestra vida la mente no ha formado lo que se llama el “juicio” o la capacidad de discernir si lo que nos dicen es correcto o no y el “autojucio” que es la capacidad de juzgarnos a nosotros mismos.

Por eso los niños son como una esponja, todo lo aprenden, todo lo experimentan y todo lo creen. Pero a partir de aproximadamente los ocho años empezamos a desarrollar el autojuicio, que es la capacidad de determinar si estamos en lo correcto o no.

Entonces empezamos a darnos cuenta que cuando estamos equivocados recibimos rechazo o burla y empezamos a protegernos, pues no nos gusta ser heridos.

Nos duele especialmente recibir este rechazo de parte de personas que consideramos importantes como familiares, maestros o amigos.

En mi caso, recuerdo cuando estaba en 5to grado. Ese año me habían recién cambiado de escuela, y se me hizo muy difícil la transición de una escuela bilingüe muy moderna a una escuela de español muy tradicional. Un día hubo una convocatoria para entrar al coro para cantar una canción tradicional y para ser aceptada, debía cantar frente al maestro de música. Cuando llegó mi turno estaba muy nerviosa y solo recordaba vagamente una parte de la canción, pues en mi otra escuela no se cantaba. Traté de cantar y seguramente lo hice muy mal porque me rechazaron del coro. Y así empecé a ponerme nerviosa cada vez que tocaba cantar algo en la escuela.

En secundaria ya estaba convencida de que cantaba mal y me rechazaron del segundo coro. Para el coro de la iglesia, el director que era, según yo, un ángel que me aceptó por ser una iglesia, porque yo ya estaba convencida que cantar no era lo mío. Al poco tiempo una compañera del coro me dijo que la distraía y entonces decidí retirarme. Eso no era lo mío.  

Aunque amo la música, esta no es una parte fundamental de mi propósito de vida. Aunque yo puedo seguir feliz cantando en la ducha, quizá el mundo se perdió a una gran diva de la música 🙂

Pero, ¿Y qué hay de las cosas que si son importantes y que ya ni siquiera intentamos porque estamos convencidos de que no podemos?

¿Habrá cosas relevantes que te estás perdiendo porque alguien te convenció que no eras bueno para ellas? He escuchado a muchas personas decir cosas como

  • No soy bueno para los negocios.
  • Los números no se me dan.
  • Soy duro para los idiomas.

¿Será cierto o será una creencia?

Mi sugerencia es que reexamines estas ideas, especialmente si están afectando tu capacidad de lograr tus metas. Y te animo a que te atrevas a experimentar de nuevo, es muy probable que te lleves una agradable sorpresa.

Y vale la pena, porque ¡Naciste para brillar! Y lo puedes hacer cuando te decides a reexaminar tus creencias.  

Tu coach

Jessica Calderón